Tu historia te conducirá a la luz violeta
Por: Mónica Maydez
Hace unos años, mientras me
especializaba en el sensible tema del Feminicidio, las primeras mujeres
feministas a quienes tuve el gusto de conocer, llamaron a mi puerta y, tal como
si se tratara de los testigos de Jehová, dije que no estaba.
Tener un primer encuentro con
mujeres que ya se han vuelto a sí mismas, resulta un shock para las que aún no
lo hacemos. Verlas tan libres, escuchar que hablan en contra de los hombres
machistas sin miedo, admirar sus atuendos tan contrarios a los que marca la
sociedad misógina, es realmente aterrador.
Resulta aterrador porque rompe los
esquemas con los que, desde siempre, hemos vivido. Aquellos donde la mujer no
alza la voz, no grita, no cuestiona al maestro, no deja de ser sumamente
femenina para agradar a los hombres machos, en fin. Asusta ver a una mujer sin
venda en los ojos y con la ideología violeta puesta en práctica.
Entonces, a la par de aquel
estudio de los feminicidios, comencé a estudiar sobre los feminismos, conmovida
por las primeras mujeres que me presentaron esta ideología. Estoy convencida de que sumergirnos en un tema tan sensible como lo es el feminicidio, requiere, por
obviedad, deconstruirnos del sistema patriarcal hetero-normativo para que la
empatía se vuelva mayúscula.
Pero deconstruirnos es una regresión
a nuestro pasado que duele. Duele tanto que por eso muchas mujeres prefieren
hacer como si nada hubiera pasado, prefieren normalizar aquella agresión
sexual, aquella infidelidad, los golpes, los gritos, la restricción económica,
en fin… volver a aquellos episodios desgarra el alma.
Si no curamos la herida, esta no sanará jamás.
Es necesario regresar y entender que aquello que nos pasó no fue nuestra culpa,
resulta indispensable generar otra mirada, la mirada violeta, para reconocer
que aunque hayamos sido víctimas, hoy podemos volvernos las heroínas de nuestra
propia historia.
Es común que en las
presentaciones de mi libro “Feminicidio: reconociendo las violencias que lo
conforman”, haya personas que se manifiesten en contra de las feministas. Hay muchas
críticas al movimiento, estas se deben a que no existe un profundo estudio del
tema. Personas que critican que se rayen monumentos y a cambio sugieren que las
madres de hijas que fueron víctimas de feminicidio, busquen otra opción — ¡que
planten algo! — me decía una persona durante una de esas presentaciones. ¿En
serio? ¿Cree que el hecho de plantar va a sanar el alma de esa madre cuya hija
fue entregada en pedazos? ¿Cree que la furia que siente, debido a la impunidad,
va a ser mitigada plantando?
Creencias y propuestas como esa
persisten porque a veces, ilusamente, creemos que los feminicidios están muy
lejos de nosotras y de nuestra familia, que solo les ocurre a mujeres de la
periferia o de estatus sociales muy bajos. Nada más equivocado que eso.
En nuestro bello México diez de
cada diez mujeres hemos sufrido algún tipo de violencia, ya sea en el entorno
familiar, en el social, en el institucional o educativo. Violencias que marcan
nuestro camino por la vida. Destaco que muchas de esas mujeres no han querido
reconocer su historia.
Todavía hay muchas mujeres que
osan decir —A mí nunca me han violentado – quizá solo tendríamos que ponerle el
vídeo de su infancia donde su mamá le decía que le sirviera a su hermano;
cuando iba a la escuela y algún niño le alzó la falda; su primer noviazgo dónde
quizá padeció celos; sus relaciones donde, sutilmente, era obligada a tener
relaciones sexuales porque era su deber como mujer; algún trabajo, donde no la
dejaron ascender de puesto por ser mujer; los comentarios que recibía sobre su
cuerpo; la infidelidad que le hizo su esposo; la nalgada que le dio un extraño
en la calle; su intelecto devaluado por ser mujer; en fin… hay tantas formas de
violentarnos que antes de presumir no haber sido víctima de violencia en toda
la vida, es recomendable conocer cuáles son las violencias existentes.
Este reconocimiento sin duda nos
hace encontrar la luz violeta al final del túnel del patriarcado. La luz
sanadora llena de calor que nos hará entender que ninguna agresión es normal y
mucho menos es una muestra de amor.
Después de aquel camino recorrido
es que logramos entender que ser feminista no es otra cosa que estar de nuestro
lado, defender nuestro Ser mujer en todo contexto.
¡Gracias a todas las mujeres de
mi vida que han hecho de este mundo un lugar cálido y habitable!
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