Papusza
A Bronislava Wajs, la
primera poeta gitana.
Desde antes de nacer, la
muñeca ya tenía
una cuna mecida por los
vientos de Polonia,
un pueblo fuera de la
historia que labraron
los sedentarios y un destino
donde ser libre
es un delito, vivir por
siempre en el camino.
Papusza, incomprendida por
el recóndito
universo de su sangre, el
viento pronuncia
su nombre a cada paso,
franca ante el más
patriarcal de los reinos y
confinada en una
ancestral cultura, vagando
de norte a sur.
La niña, asediada por las
letras que emanan
los aires de la guerra y las
sílabas que penden
de sus orejas como los
aretes de las mujeres
de la tribu, poseedora solo
de lo que lleva
puesto, en su tabor de una
ciudad a otra.
La doncella, con un
matrimonio impuesto,
no conoció el idioma de la
fricción de su
poesía con la piel del joven
de ojos negros,
no pudo hallar leyendas y
canciones en la
boca del hombre que ella
había elegido.
La mujer no tuvo hijos en
señal de rebelión,
traza sus versos entre la
nostalgia y la utopía,
los transportaba al sendero
perdido y los ajusta,
a su cuerpo como
contracciones al momento
del parto, lágrimas de
sangre tras el holocausto.
La poeta que duerme al
cobijo de las estrellas,
y una luna que colma las tinieblas
de su pueblo
cuando ella interrumpe su
sueño y deja de buscar
respuestas entre los árboles
por hacerlo en las
páginas de un libro, su
mundo se ha extinguido.
Ella muere repudiada por los
suyos y por el
mundo gayó desconocida, le
acompañará su
falda danzarina y la pradera
que conduce las
notas del himno gitano, la
tierra comprime
su cuerpo y entona su
canción, todo acaba.
Comentarios
Publicar un comentario