Papusza

 





A Bronislava Wajs, la primera poeta gitana.

Por: Paulina Romero Barrientos 



Desde antes de nacer, la muñeca ya tenía

una cuna mecida por los vientos de Polonia,

un pueblo fuera de la historia que labraron

los sedentarios y un destino donde ser libre

es un delito, vivir por siempre en el camino.

 

Papusza, incomprendida por el recóndito

universo de su sangre, el viento pronuncia

su nombre a cada paso, franca ante el más

patriarcal de los reinos y confinada en una

ancestral cultura, vagando de norte a sur.

 

La niña, asediada por las letras que emanan

los aires de la guerra y las sílabas que penden

de sus orejas como los aretes de las mujeres

de la tribu, poseedora solo de lo que lleva

puesto, en su tabor de una ciudad a otra.

 

La doncella, con un matrimonio impuesto,

no conoció el idioma de la fricción de su

poesía con la piel del joven de ojos negros,

no pudo hallar leyendas y canciones en la

boca del hombre que ella había elegido.

 

La mujer no tuvo hijos en señal de rebelión,

traza sus versos entre la nostalgia y la utopía,

los transportaba al sendero perdido y los ajusta,

a su cuerpo como contracciones al momento

del parto, lágrimas de sangre tras el holocausto.

 

La poeta que duerme al cobijo de las estrellas,

y una luna que colma las tinieblas de su pueblo

cuando ella interrumpe su sueño y deja de buscar

respuestas entre los árboles por hacerlo en las

páginas de un libro, su mundo se ha extinguido.

 

Ella muere repudiada por los suyos y por el

mundo gayó desconocida, le acompañará su

falda danzarina y la pradera que conduce las

notas del himno gitano, la tierra comprime

su cuerpo y entona su canción, todo acaba.


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